MÚSICA DE EFECTOS NOCIVOS Y CONTAMINACIÓN SONORA (1° Parte)
- Juan Carlos Morales
- 11 dic 2015
- 3 Min. de lectura
Mas allá de las innumerables bondades de la música, cabe señalar dos aspectos adversos importantes: primero, que cierto tipo de música puede provocar efectos contrarios; y segundo, que vivimos inmersos en un mundo sonoro que continuamente pone en riesgo la integridad de nuestro sistema auditivo. MÚSICA COMERCIAL: Serafina Poch Blasco afirma que la música puede elevarnos hasta lo más sublime, pero que también puede degradar, llevar a la droga, e incluso a determinadas personas conducirlas al suicidio. Todo depende del tipo de música que se escuche, del impacto que ésta ejerza sobre la persona, y de la frecuencia, la duración y el volumen con que sea escuchada.
La música comercial es un producto industrial que únicamente persigue la complacencia de las demandas del mercado. Si la analizamos, descubriremos que en su mayoría está dirigida a la satisfacción de exigencias inmediatas, transitorias y vulgares; y podemos agregar a esto la inmoralidad que expresan las letras de muchas de las canciones en las que se alaba a delincuentes, narcotraficantes, criminales y alcohólicos; o se hace alarde de expresiones soeces y de doble sentido.
La característica general de este producto de consumo masivo es que divierte sin revelar nada nuevo, sino incurriendo en lugares comunes que el público espera ansiosamente oír y repetir, como si fuese un niño feliz que se regodea por enésima vez en un cuento que ya conoce. Todo lo desconocido, por temor a no comprenderse o por pereza mental, resulta insoportable.
La música comercial de consumo masivo es uno de los instrumentos de persuasión oculta más eficiente. Es monótona y con un bajo rítmico acompañado de escasos acordes que se repiten de principio a fin. Sus ritmos perpetuos producen frecuentemente una excitación corporal que puede llegar hasta la embriaguez, provocando un desdoblamiento de la personalidad (sin la validez social que esto aporta a la ritualística).
Estos ritmos muchas veces van acompañados por cantos que expresan ideas, sentimientos o estados anímicos negativos, causando desequilibrio nervioso en el estado físico y mental del joven, dando como resultado una verdadera ebriedad, con exaltación de los sentidos y de la imaginación. La personalidad se transforma y se mimetiza con la de los compañeros y la de los espectadores, y en consecuencia, el individuo se convierte en un simple elemento de una entidad colectiva; en una partícula de una multitud en estado de embriaguez. Esta "música" convierte a los oyentes que se prestan a ello, a los jóvenes principalmente, en autómatas, porque en ese momento se paraliza el proceso mental de la conciencia. Llegados a este punto, son fácilmente conducidos al sexo inconsciente e irresponsable, al alcohol, a la droga, etcétera. Si a esto agregamos que la intensidad del sonido que prevalece en los sitios a donde las multitudes acuden a consumir esta "música" se eleva 20 decibeles por encima del límite de tolerancia del oído humano, el resultado es un asalto deliberado y directo hacia la integridad de la persona. El fin perseguido es exaltarla y paralizar su conciencia, sumergiéndola en un océano sonoro; de nuevo, con fines puramente comerciales y enajenantes.
Esta situación sólo puede ser aceptada por individuos sin ningún juicio musical, y sin la sensibilidad educada para apreciar la belleza. Brindando educación musical, y proporcionando a los jóvenes las herramientas para conocer la buena música, no se prestarán tan fácilmente a estos asaltos.

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